martes, 2 de diciembre de 2008

Muros (1) Muros de seguridad, muros de vergüenza

Cuando en noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín todos sentimos que desaparecía el paradigma del muro como ignominiosa plasmación de la separación entre las ideologías y las personas. De alguna forma pensamos que si esa gris y letal imposición de hormigón había caído todos habríamos aprendido la lección y conseguiríamos no erigir más de esas vergonzantes barreras entre seres humanos. Bueno, de la misma forma que se creyó que la Primera Guerra Mundial iba a ser la guerra que acabara con todas las guerras, cosa que salta a la vista no ocurrió, parece claro que las miserias de la naturaleza humana nos llevan a, en algunas circunstancias, tener que separarnos para sencillamente evitar la oportunidad de matarnos entre nosotros.

Así pues, traemos dos ejemplos de muros construidos en estos tiempos convulsos que separan comunidades humanas para evitar que se saquen las tripas entre vecinos. Y claro, de sus efectos colaterales. De esta forma, el excelente reportaje de El País "La ciudad del millón de murallas" nos relata cómo Bagdad se ha convertido en un laberinto de hormigón con numerosos muros que separan barrios suníes y chiíes y que son tristemente necesarios para impedir atentados que conviertan mercados y mezquitas en los mataderos de seres humanos que, desde la caída de Sadam Hussein, nos hemos acostumbrado a ver en los telediarios. Aunque el descenso de atentados también se deba a que, como dice el artículo "ya no quede nadie por matar en barrios que son confesionalmente puros", nadie en Bagdad quiere en las circunstancias actuales que estos muros desaparezcan.

El otro ejemplo que en "Vida y Tiempos..." queríamos mostrar es el muro de hormigón y alambradas construido por Israel en su mayor parte dentro de los territorios ocupados en Cisjordania.

En este conflicto de gran complejidad en el que ambas partes tienen sus razones y sus sinrazones, Israel decidió unilateralmente construir un muro que lo defendiera de los atentados terroristas procedentes de Cisjordania.
Si bien parece que ese propósito se ha ido cumpliendo con la casi desaparición de los atentados (también logrado políticamente), este muro, al estar construido en un un 80% dentro de los territorios ocupados cisjordanos no sólo separa a los palestinos de los israelíes sino a unos palestinos de otros palestinos, aislándolos, dificultando terriblemente sus desplazamientos, bloqueando sus vidas.

De hecho, existe una sentencia de la Corte Internacional de Justicia que en julio de 2004 determinó que Israel debía parar la construcción del muro y destruir los tramos ya construidos sentencia que, como algunas otras, Israel ignoró completamente.
Esperemos que con la nueva Administración Obama y la elección de un nuevo primer ministro israelí se impulsen soluciones para este conflicto terrible entre palestinos e israelíes que dura ya más de 60 años.

Se habrán de resolver problemas clave como la constitución de un estado palestino con fronteras internacionalmente reconocidas, la compartición de los recursos hídricos, la capitalidad compartida de Jerusalén, la desaparición o asimilación política de grupos terroristas como Hamás que, recordemos, gobierna de facto en la franja de Gaza (y que no reconoce la existencia de Israel), así como la implicación de otros actores fundamentales en la región como Irán y Hezbolá, Siria, Líbano... Y claro, la desaparición del muro que nos ocupa. Del que, por cierto, algunos intentan a la vez reirse y sacar provecho como el ingenioso dueño del restaurante Bahamas, a las afueras de Belén que lo utiliza para hacer conocer sus platos del día, como nos relatan desde el blog de El Mundo "Crónicas de Oriente Próximo" en su entrada
El muro como menú. Bien por él.


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