martes, 8 de septiembre de 2009

Comida (1) Hambre, el reverso tenebroso





Comenzamos la serie
de posts Vocabulario Fundamental. Comida, sobre esa cosa tan vital en nuestras vidas, la comida, y las cosas del comer. En ellos nos internaremos en algunas de los emociones que nos causa el placer de la comida pero también en algunas de las inquietantes realidades y sinsentidos de la industria alimentaria mundial, una industria globalizada que, a pesar de que en términos de producción y logística podría alimentar sin problemas a toda la población mundial, permite sin embargo que la especulación y los turbios manejos empresariales y políticos provoquen la muerte de hambre -o de sus consecuencias directas- de cien mil personas diarias en todo el mundo. Cada día, cada año. Así pues, les dejamos con el reverso tenebroso de la comida, su ausencia, ese espectro fatal que aún recorre muchas zonas del mundo, el hambre.


Hambre, el reverso tenebroso

En octubre del pasado año, en pleno cólico miserere del sistema financiero mundial, con bancos y empresas míticos colapsando o amenazando ruina inminente por las codicias de sus directivos y sus propias malas praxis empresariales, con el mundo sobrecogido por la dimensión desconocida del derrumbe, nos golpeaba un dato revelador y terrible pero que, a pesar de ello, parecía condenado a ir diluyéndose en nuestra conciencia durante los días siguientes como la fuerza de un pez fuera del agua, para ser poco después olvidado como tantos otros datos siniestros que cada día impactan nuestra mente. Pero este dato era distinto, se nos quedó dando vueltas, perturbador, en la mente.

Con motivo de la celebración del Día Mundial de la Alimentación, el 15 de octubre del año pasado, el director general de Acción contra el Hambre, Olivier Longue, presentaba el informe El Hambre estacional en el que se afirmaba que a final del 2008 se podía alcanzar en el mundo por primera vez la cifra de mil millones de personas que pasan hambre y que de ellos, 19 millones eran niños con desnutrición muy grave que, puntualizaba Longue, podría curarse con una inversión de sólo 3.000 millones de euros. Este dato sangrante fue comparado con los 200.000 millones gastados por EEUU para afrontar su crisis inmobiliaria o los 1,95 billones gastados en la guerra de Irak, pero claro, hemos de ser conscientes de que podrían haber abochornado bastantes gastos indignos de muchos presupuestos nacionales, el español, claro, incluido.

Esta situación de desastre alimentario alcanzó su cumbre a finales del año pasado y fue motivada por la subida de los precios agrícolas, la especulación, el aumento de la demanda asiática (consumen más carne que además implica un mayor gasto de cereales también para alimentar también ese ganado) y la subida del petróleo. A ello se suma que, pese a la globalización y al mercado libre, muchas materias primas son controladas por una quincena de actores en el mundo como apuntó Longue, que especulan e influyen "en el destino de millones de personas".

Este año los precios han parado su ascensión y se han estabilizado, pero como consecuencia de la crisis, los países ricos han disminuido sus contribuciones a para ayuda alimentaria.

Además, también por la crisis, las rentas anuales de muchas familias en todo el mundo han bajado y, de hecho, en febrero el Banco Mundial anunciaba sus cálculos de unas tasas de crecimiento económico más bajas, que atraparían a otros 46 millones de personas con ingresos de menos de 1,25 dólares diarios, más de lo que se esperaba antes de la crisis.


Plasmando en imágenes uno de las distorsiones que en la distribución y consumo de alimentos se producen a menudo en muchas grandes ciudades del mundo, les ofrecemos el cortometraje -seis minutos- del año 2005 "Chicken a la Carte" - A short film about the hunger and poverty brought about by Globalization, filmado por el realizador filipino Ferdinand Dimadura, que recorre el sorprendente y desolador camino de los restos de un pollo consumido en un restaurante cualquiera de la ciudad de Manila hasta su destino final.

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