viernes, 22 de octubre de 2010

Placer (1) Los laberintos de nuestro placer


Intro

El placer, la recompensa, es un invento diabólico, universal. Ninguna otra idea compartida por todos los seres vivos es más perfecta y unificadora que ésta. El placer, la recompensa y la evitación del daño y el dolor son el centro del universo biológico. Es una idea central metida a fuego en lo más profundo de todos los seres vivos que pueblan la tierra. Es una idea, además, puesta en marcha ya desde el origen de la vida misma. Por lo simple es diabólica porque todo ser vivo nace con el ingrediente, el motor, la energía de moverse hacia lo que le produce placer, gratitud y bienestar. La comida, la bebida, el sexo y el juego, el sueño, la evitación del calor y el frío. Todo el éxito de estas conductas se ve recompensado con el placer.
(...)

A veces la vida, en su devenir a lo largo de esos tiempos evolutivos, ha recorrido caminos como los de una novela. Novela con varios argu­mentos centrales y miles, millones, de argumentos colaterales. La his­toria biológica del placer es uno de esos argumentos centrales; es decir, está en el corazón mismo de toda la historia de la biología. El placer (o la recompensa) y también el castigo arrancan ya desde el origen mismo de lo que llamamos vida.

Es una sensación percibida ya por el más primitivo ser unicelular que habitó este planeta, hace de esto más de 3.500 millones de años. No se concibe ningún ser vivo cuya vida no gire en torno a su supervivencia tanto individuo como de la especie. Esto quiere decir comer, beber y reproducirse. Estas conductas se realizan obedeciendo claramente a una idea transformada en biología y que es común a todos, la de la recompensa y el placer. (...)

El cerebro es ese cofre que guarda celosamente en sus profundidades, desde tiempos inmemoriales, los códigos sagrados cuya lectura nos empuja, irracionalmente, a la realización de las conductas con las que se alcanzan el placer y las recompensas. Son códigos no escritos o formulados en lenguaje figurativo o abstracto, sino en conexiones neuronales, potenciales eléctricos y neurotransmisores cuyos sistemas de funcionamiento e interacción empezamos hoy a conocer. ¿Por qué una rata, un pollo o un delfín o en su caso también el propio hombre, no cejan en activar una palanca con la que estimular eléctricamente ciertas partes de su propio cerebro? ¿Es que acaso hay áreas del cerebro que activadas artificialmente producen placer? Sí, es la respuesta a estas preguntas.

Un animal aprieta una palanca para conseguir estimular mediante impulsos eléctricos su cerebro porque de esta manera activa artificialmente esos circuitos cerebrales que producen o elaboran el componente placentero, igual que lo hacen un buen plato de comida si se está hambriento o las sensaciones orgásmicas del acto sexual. Curiosamente, la recompensa obtenida por estímulo eléctrico artificial del cerebro, frente a la recompensa conseguida por refuerzos naturales, como la comida o el sexo, no tiene saciedad. El animal continúa persistentemente apretando la palanca, sin cansancio, para obtenerla. ¿Qué sucede, pues? ¿Acaso el placer que se obtiene con estos estímulos artificiales sería el que podríamos llamar placer puro? (...)

Los laberintos del placer en el cerebro humano. Francisco Mora



Primera parte. Los laberintos del placer en el cerebro humano

Comenzamos nuestra serie de entradas sobre algo que en Redacción de "Vida y Tiempos..." gusta mucho, el placer y sus aledaños, el estudio de sus formas, procedencias y resortes en nuestro cuerpo y nuestro cerebro. Por algo lo epicúreo de nuestro carácter corporativo y por algo nuestra oficina está presidida por la imagen, arriba presente, de un gran espectáculo de la Naturaleza, un rostro de mujer atravesado por el placer, cuyo autor es el gran pintor y colega de esta casa Juan Miguel Palacios (lo que además sirve para inaugurar una nueva etiqueta en nuestro blog en la que iremos presentando algunas de sus estupendas obras).


El placer y su reverso tenebroso, el dolor, son expresiones psíquicas básicas que nuestra especie ha desarrollado a lo largo de la evolución y cuya consecución (o evitación, en el caso del dolor) determinan en gran medida nuestro comportamiento. Gracias al reforzamiento positivo que producen las experiencias placenteras o al negativo que producen las experiencias dolorosas, socializamos, comemos, aprendemos, nos reproducimos, etcétera.
Para introducirnos en los vericuetos del placer, aparte de los cauces habituales de información, publicaremos algunos textos del estupendo libro del neurocientífico Francisco Mora, Los laberintos del placer en el cerebro humano. Para ilustrar los textos de las entradas colocaremos imágenes que representen (o provoquen) nuestros placeres aquí en Redacción de Vida y Tiempos del Juez Roy Bean. La búsqueda de placer como leit motiv vital de todo organismo complejo viviente, that's it.

En las sociedades en las que se ha conseguido desvincular total o parcialmente el comportamiento sexual de su finalidad primigenia de propagación de la especie, este puede orientarse a voluntad hacia la obtención del placer sexual. Pero evidentemente existen otros placeres además del sexual, como los que proporcionan la comida, la marihuana, el roncola, la buena música, ver ganar a tu equipo de fútbol, ver perder al Barça, la siesta, la literatura, etcétera, en fin, los pequeños placeres de la vida.El placer y la satisfacción arraigan y se generan en nuestro cerebro en varias áreas del sistema límbico, que gobierna nuestras emociones y deseos, orientando consciente e inconscientemente nuestro comportamiento hacia el objetivo prefijado de la recompensa placentera.En estas áreas se produce un diálogo incesante entre nuestros cien mil millones de células nerviosas, las neuronas, diálogo que se lleva a cabo en el espacio sináptico entre las mismas. Para hacer circular la información entre neuronas, los estímulos eléctricos son transformados en señales químicas mediante unos mensajeros químicos que son los neurotransmisores.

Este camino de señales parte de los distintos órganos sensoriales y pasando por el tálamo o VTA (Ventral tegmentul, considerado como
la "puerta de la percepción") llega hasta la amígdala, el séptum y el núcleo accumbens (centro geográfico del placer principalmente sexual). En este video de Redes nos hablan del tema:



De esta forma, el placer es modulado y cartografiado en nuestro cerebro en esas áreas por un cóctel de hormonas y neurotransmisores de cuyo equilibrio depende en gran medida el comportamiento de nuestras mentes, pues cuanto mayor es la activación del sistema dopaminérgico, mayor es la experiencia de euforia experimentada.

Los principales neurotransmisores implicados en la consecución (y la anticipación) del placer son la serotonina, oxitocina, las endorfinas, la noradrenalina, los estrógenos (en las mujeres) y la ya célebre dopamina. Cuando el nivel de secreción de estos neurotransmisores se desequilibra recurrentemente también nuestra mente empieza a causarnos problemas, pues la dopamina, principal alquimista del placer en nuestro cerebro, se configura también como la más importante molécula involucrada en la adicción.


Segund
a parte. La adicción al placer


“El circuito de la gratificación es universal, pero las formas de estimularlo no lo son, y varían mucho de un individuo a otro. Unas personas estimulan el circuito masturbándose, pero otras se aburren en seguida de eso. Unas prefieren activar el circuito mediante el voyeurismo y otras jugándose la vida con el parapente o el paracaidismo, unas con el chat y otras con la filatelia, unas con el Tetris y otras con el bird watching (mirar pájaros sistemáticamente). Las drogas son un truco químico para estimular el circuito directamente.”
Carlos Álvarez-Vara. Agencia Antidrogas de la Comunidad de Madrid
Cuando en una fiesta alguien va al baño y al grito de ¡¡farlopa para toda la tropa!! delinea con una tarjeta un paso de cebra en la encimera del lavabo, se decreta la barra libre de dopamina en el cerebro de los concurrentes al asunto, quienes desde ese momento sienten su mandíbula desencajada, su sed de alcohol infinita y su verborrea dispara(ta)da.

Sin embargo, cuando un consumo puntual se convierte en algo recurrente, cuando el consumidor no puede disociar actividades como el trabajo o el salir de copas de la ingesta de drogas,
el cerebro se habitua a los niveles altos de dopamina y no tolera una disminución siendo entonces cuando puede surgir la adicción. El número 35 de la revista "Mente y Cerebro" nos vuelve a sumergir en el nivel de las sinapsis neuronales, donde ocurre casi todo lo que somos y nos muestra cómo actúa la cocaína en nuestro cerebro:


(...) Cuando comemos algo delicioso, mantenemos relaciones sexuales, ante experiencias divertidas, etc las neuronas del Área Ventral Tegmental (AVT) liberan dopamina en las uniones con las neuronas receptoras, en el Nucleus Accumbens. Así, la dopamina transmite su mensaje a las neuronas receptoras cuya respuesta es la sensación de placer, satisfacción, etc.

Pero la dopamina enseguida es reabsorbida por las células que la liberaron.
La cocaína actúa bloqueando los mensajeros e impidiendo que la dopamina sea reabsorbida, provocando su acumulación en el cerebro.

La cocaína puede perturbar los centros de placer y recompensa del cerebro, de forma que el comportamiento de búsqueda de drogas se convierta en una respuesta condicionada, casi refleja. Al perder la motivación para realizar otras actividades placenteras, la cocaína se convierte en la única fuente de placer y cualquier cosa que le recuerde el consumo de la droga desencadenará un leve aumento de dopamina que conllevará una intensa necesidad del estupefaciente (...)
Como vemos, la cocaína bloquea el transportador de la dopamina en la sinapsis, obstaculizando su recaptación por la neurona contigua por lo que esta permanece más tiempo en el espacio sináptico lo que acentúa la sensación placentera y convierte la activación del circuito dopaminérgico en un fin en sí mismo.

Sin embargo estas sobredosis de dopamina a cascoporro en nuestros circuitos de la recompensa han sido relacionados con el desarrollo no sólo adicciones sino también de trastornos como el déficit de atención, la hiperactividad, la psicosis o la esquizofrenia, aunque aún no se conoce si la alteración es la causa o el efecto de estos trastornos de conducta.De todas formas aún no se ha explicado claramente por qué unas personas desarrollan la adicción y otras no, de hecho los neurocientíficos sostienen hoy que la predisposición a la adicción de ciertas sustancias o a cualquier otro opiáceo puede ser en muchos casos hereditaria, hasta el punto que se han identificado ya los genes que codifican la actividad de la dopamina en el cerebro. Esto es válido para otras drogas más chungas como la metaanfetamina o el crack pero también para otras adicciones "menores" realizadas compulsivamente como el alcohol, el tabaco, los juegos de azar, comer chocolate, chatear, jugar a las consolas etc

Para quien quiera documentarse un poco más en el inquietante mundo de la adicción al placer a través de las drogas les ofrecemos el documental (subido por Bizzentte)
Cocaína, la mecánica del placer.



Tercera parte. El clítoris, resorte del placer femenino

Hay que acercarse a él con delicadeza, lateralmente, sentir sus primeros estremecimientos jugar un poco tantear sus sensibilidades hay que escuchar, humedecer suavemente sin prisa evitando mecanicismos bordear acariciar esta confluencia de miles de terminaciones nerviosas enlazadas conectadas directamente a su sistema límbico

y guiado por sus gemidos y sus temblores buscar la combinación secreta de su goce clic aprietas levemente clic clic 5 derecha 8 izquierda acaricias clic 3 arriba clic a la derecha y entonces notas su cintura estremecerse, sus piernas tensarse su placer empieza a manifestarse nace en algún lugar indefinido de sus piernas mientras un frío las recorre y entonces el orgasmo se desata imparable y un gemido ronco brota de su interior y su rostro se transfigura de placer y está más guapa que nunca.

Aunque a veces la caja no quiere abrirse, o quien la trata de descifrar no es lo suficientemente hábil o simplemente no tiene el día. Porque además cada caja es distinta, cada una de ellas tiene sus propios tiempos internos, sus propios mecanismos de apertura y entrega total para cuyo correcto accionamiento siempre es recomendable disponer de tiempo, pasión y ocasiones para familiarizarse con sus resortes.

El clítoris es el único órgano del cuerpo femenino que sirve sólo y exclusivamente para proporcionar placer pues no posee ninguna función evidente para la reproducción. Cuando en algunos, demasiados, países del mundo en los que aún se practica la ablación del clítoris a las niñas por parte de islamistas radicales, estos tenebristas subliman su desprecio por el género femenino al amputarle quizás la máxima expresión de su individualidad e independencia, el disfrute de su propio cuerpo.

En fin, terminamos esta primera entrada dedicada al placer con el documental del año 2003 El clítoris, ese gran desconocido que arroja algunas luces y aclara algunos conceptos sobre este interruptor del placer femenino con línea directa a su corazón.




jueves, 14 de octubre de 2010

Dolor (1) El dolor en el cuerpo, en el cerebro, en el alma

Da igual que la espalda se desgarre, la cabeza martillee o se pinche la pantorrilla; el dolor nace siempre en el cerebro. El dolor es algo más que una mera experiencia somática. Al tiempo que despierta sensaciones, sucumbe a la fuerza controladora de la mente. Dr. Burkhart Bromm. El origen del dolor

Visto con ojos primitivos, el dolor corporal es la verdad única, irrefutable, no perturbada por nada externo (el martirio, el sacrificio por otra persona). Es curioso que el dios del dolor no fuese la principal divinidad de las primeras religiones (quizá lo haya sido de las posteriores). Franz Kafka. Diario personal

Cuánto sufrí ayer por la noche: el talón y las costillas... qué tormento. No hay palabras que puedan expresarlo, se necesitan gritos. Alphonse Daudet. En la tierra del dolor

Dolor, s. Estado de ánimo ingrato, que puede tener una base física, o ser puramente mental y causado por la felicidad ajena. Ambrose Bierce. Diccionario del diablo


Primera parte. El dolor en el cuerpo y el cerebro

Todas las personas experimentamos dolor. Se trata de uno de los síntomas más frecuentes y difíciles de tratar. Esta sensación es debida a las señales que emiten las terminales nerviosas para el dolor, denominadas nociceptores, y que viajan a través de los nervios periféricos que recorren el cuerpo hacia el sistema nervioso central, el cerebro y la médula espinal. Se reúnen en el cuerno posterior medular, una región que actúa clasificando los mensajes del dolor. 

Las señales se transmiten al tálamo y la corteza cerebral, donde la sensación se hace consciente. El procesamiento psico-físico puede variar según la personalidad, el estado de ánimo y la educación. El dolor provoca también reacciones vegetativas, como la taquicardia, el aumento de la presión arterial, la sudoración y el aumento de la frecuencia respiratoria. El dolor es considerado hoy como una parte del sistema protector, advirtiendo oportunamente al organismo acerca de estímulos nocivos externos. zonamedica.com.ar

Tres 14 - Dolor

El dolor es un mecanismo que nos protege de las agresiones externas. Hay personas que no sienten dolor y mueren pronto porque dañan su propio cuerpo sin darse cuenta. Aguantarlo puede provocar consecuencias graves en las funciones cognitivas cerebrales. 

¿Qué es el dolor? ¿Qué nuevas formas hay para controlarlo? ¿Por qué no todos sentimos por igual el dolor? ¿Cómo influye en el cerebro soportarlo? Tres14 entrevista a Carlos Belmonte, catedrático de fisiología e investigador del Instituto de Neurociencias de Alicante, que nos explica todo sobre los mecanismos del dolor y las nuevas formas que hay para controlarlo.





Segunda parte. Dictante dolore, el lenguaje del dolor
"Los anocheceres de morfina, el efecto del cloral. El Erebo, el caudal negro, opaco, más el sueño a flor de vida, la nada. ¡Qué inmersión, qué deleite cuando te sumerges ahí! Sentir que te atrapa, que te arrastra. Por la mañana, dolores, dentelladas, pero la cabeza libre, más aguda quizá... o descansada, sin más. Intentos de sueño sin cloral. Párpados cerrados. Se abren abismos a derecha e izquierda. Amodorramientos de cinco minutos, con la angustia de pesadillas en que resbalo, me despeño: el vértigo, el abismo. Dolor, siempre nuevo para el que lo padece y que va pareciendo trivial a quienes lo rodean. Todos se acostumbrarán a él, menos yo. (...) Contractura del pie derecho con reflejos hasta las costillas. Todos los tirones de hilos del hombre orquesta que enarbola sus instrumentos. En la carretera de Draveil, con hilos en los codos y en los pies... El hombre orquesta del dolor, ése soy yo." Alphonse Daudet. En la tierra del dolor


Este redactor cree hablar en nombre de todos cuando afirma que ante un dolor súbito e intenso, verbigracia el producido por un encuentro carnal no deseado a la altura de la tibia con un bolardo de hierro pintadito de gris camuflaje y plantado en la acera de alguna calle madrileña, un buen juramento a juego con el objeto que nos haya dañado o una rotunda blasfemia que nos salga de las tripas es lo más procedente para al menos concedernos cierto desahogo moral ante el percance. 

Sin embargo, cuando el dolor nos invade y se nos instala dentro, perpetuándose en algún área de nuestro cuerpo, maldecirlo con vehemencia se nos queda corto así que además de sufrirlo a machete porque no nos queda otra, podemos reflexionar sobre él, interiorizarlo, ponerle cara, hablar de él con alguien (lo que siempre ayuda) y si sabemos juntar letras con cierto criterio escribirlo.

Alphonse Daudet (1840-1897) fue un escritor francés que a finales del siglo XIX escribió "En la tierra del dolor" (La doulou), cuaderno de notas preclaro y conmovedor sobre los años en los que sufrió los síntomas de una neurosífilis terminal conocida como tabes dorsal (que provoca ataxia, es decir, la progresiva incapacidad para controlar los movimientos propios) que acabaría con su muerte. Daudet contrajo la enfermedad cuando tenía diecisiete años, aunque no notó los primeros síntomas hasta 1884, entrando a formar parte del grupo de escritores sifilíticos como Flaubert, Baudelaire y Guy de Maupassant.


En su libro consignaba los efectos de los distintos dolores de creciente intensidad que su enfermedad le provocaba, así como las dolorosas e inútiles curas a las que sometía la medicina del siglo XIX a los que la padecían, lo que además le convirtió en adicto al alcohol, el láudano y la morfina. Su escritura, que orbitó alrededor del dolor a lo largo de más de diez años, muestra una desasosegante mirada a su sufrimiento, su miedo y su patética humanidad. En el ensayo colectivo El dolor: los nervios culturales del sufrimiento Francisco González reflexiona sobre la obra de Daudet de esta forma:
"Para esta obra tan singular Daudet había encontrado un epígrafe revelador. Dictante dolore. Jubilada la musa, es el dolor el que dicta al escritor las palabras. La empresa que acomete Daudet es un combate desesperado porque las únicas armas de las que dispone son precisamente las palabras y éstas están bajo el imperio del dolor. En efecto, el dolor se resiste a ser expresado ("Cuánto sufrí ayer por la noche: el talón y las costillas... qué tormento. No hay palabras que puedan expresarlo, se necesitan gritos. Y además, ¿de qué sirven las palabras para todo aquello que se siente a fondo en el dolor (y también en la pasión)?").
Incapaz de referir el sufrimiento, el lenguaje deberá entonces recurrir a las metáforas. ("A veces bajo el pie, un corte muy, muy fino: un pelo. O tajos de navaja bajo la uña del dedo gordo. En los tobillos, el tormento de la bota. Dientes de rata agudísimos que roen los dedos del pie"). Pero la mayoría dei tiempo el dolor impide la escritura ("A ratos, imposibilidad de escribir, de tanto como me tiembla la mano"), y cuando le permite al escritor coger la pluma le cambia la letra, condiciona la sintaxis de sus frases o le deja simplemente vacío frente a la página deslumbrante de blancura.
Despojado del lenguaje, el escritor sufre una transformación radical: "me siento como una criatura mitológica cuyo torso estuviera encerrado en una caja de madera o de piedra y, poco a poco, se fuera entumeciendo y solidificando. A medida que la parálisis va apoderándose de él, de abajo a arriba, el enfermo se vuelve un árbol o una roca, igual que una ninfa de Las metamorfosis de Ovidio". O un insecto monstruoso. Porque la metamorfosis que años más tarde escribirá Kafka es una figuración de los efectos que provoca el dolor en un individuo y en su familia. al despertar Gregor Samsa, convertido en un bicho gigantesco, recordará haber imaginado muchas veces tener en la cama un ligero dolor. Ese dolor es en realidad el preludio del sufrimiento moral y físico que le acarreará su nueva naturaleza, porque poco a poco, ningún miembro de su familia querrá ocuparse de él pues, como bien escribe Daudet, a propósito de su propia dolencia, "quienes nos rodean ya se han acostumbrado a ese dolor, que a nosotros nos parece siempre nuevo; no tardaría en convertirse en una lata para todo el mundo, incluso para quienes más nos quieren. La compasión se embota". Presa del dolor, el escritor se ha metamorfoseado en un animal que no sale de su cuarto."
En entradas posteriores dedicadas al dolor seguiremos publicando extractos de este libro para ver cómo la respuesta de Daudet al dolor que se había enseñoreado de su cuerpo, su espíritu y su escritura era, además de intentar ahorrárselo a quienes amaba, procesarlo física y mentalmente, verbalizarlo y transformarlo en lenguaje para ilustrar las sensaciones terribles que este sufrimiento continuo inflingía a su cuerpo y su espíritu.


Tercera parte. Dolor crónico, dolor tóxico


Así pues consideramos como tal aquel dolor que simplemente no te deja nunca, así que, en esta y entradas posteriores intentaremos conocer las diversas causas, calibres y manifestaciones del dolor crónico, patología que puede atormentar la vida de una persona de forma practicamente continua durante años, que pone a prueba caracteres, amistades y trabajos, que martiriza los días y las noches de quienes lo padecen.
 
Cuando el dolor (que es un mecanismo genéricamente necesario y beneficioso para nuestro organismo) se cronifica se convierte en algo pernicioso y torturante, que puede ser más grave para el organismo que la propia enfermedad o traumatismo que lo ha causado. Los estímulos dolorosos que se mantienen en el tiempo exigen una alta atención diaria que agota la energía y el rendimiento cerebral, pudiendo provocar importantes reacciones emocionales que potencien el sufrimiento que lleva asociado, afectando a todas las áreas vitales (laborales, emocionales y sociales) de las personas que lo sufren.

Según datos de Wikipedia, el dolor crónico es el que dura más de seis meses, y puede ser maligno y no maligno. Maligno es el dolor producido por tumores y metástasis óseas al comprimir determinadas estructuras como huesos, plexos, raíces, nervios periféricos o vísceras o los producidos por las propias terapias anti-tumorales como la quimioterapia. No maligno es aquel dolor que sufre una persona cuya patología no compromete la supervivencia a corto o medio plazo. Por su origen puede clasificarse en reumatoideo, vascular, traumatológico, psicológico o neuropático.
 
Profundizamos un poco en este último, el dolor neuropático, uno de los dolores más obcecados e insufribles dentro de la alegre pandilla de los dolores crónicos y que se calcula es sufrido por un 1-1'5% de la población. 

Según la Asociación Internacional para el estudio del Dolor (IASP) se define como "un dolor que se inicia o es causado por una lesión primaria o disfunción en el sistema nervioso debida a alteraciones de los nervios centrales o periféricos". Esta definición conlleva el concepto de que cuando se produce una lesión en un nervio, las alteraciones de las vías nerviosas hacen que se produzca un dolor crónico en ausencia de un estímulo continuo. De esta manera el dolor neuropático difiere totalmente del dolor nociceptivo (el normal, si te pinchas, duele) ya que éste resulta de la activación de los axones sensoriales por estímulos dolorosos que suelen ser finitos y localizados y que desaparecen cuando se eliminan las causas.

Es esta ausencia de relación causa-efecto entre lesión o estímulo y el dolor propiamente dicho, característica del dolor neuropático que emite mensajes sensoriales patológicamente distorsionados, lo que lo hace especialmente imprevisible y desquiciante. Suele producirse a causa de alteraciones crónicas del sistema nociceptivo que conllevan determinadas percepciones anómalas: por un lado, la alodinia (estímulos normales son percibidos como dolorosos) y, por otro, la hiperagelsia (estímulos dolorosos que son percibidos exageradamente).

León Daudet, hijo del escritor Alphonse Daudet supracitado comentaba acerca de cómo puede cambiar el carácter de las personas afectadas de este sufrimiento continuo:
«La enfermedad nerviosa multiplica por dos —eleva al cuadrado, como dicen los algebristas- tanto las cualidades como los defectos de aquellos a quienes toca. Los afila como lápices, como solía decir mi padre. El tacaño se hace avaro [...]. El celoso supera a Ótelo, el amante se vuelve frenético [...]. Por el contrario, las almas nobles, generosas, desinteresadas, enfrentadas a un dolor que no cesa, adquieren un renovado sentido del altruismo; dimana de ellas una bondad casi santa. Tal era el caso de Alphonse Daudet», Dettant la douleur, León Daudet.
Por no hablar del impacto emocional que un dolor crónico puede causar en las personas. Hace dos años un grupo de científicos de la Universidad Northwestern de Illiniois demostraron cómo el dolor crónico, vaya, no sólo duele sino que además puede dañar el cerebro de las personas que lo padecen, demostraron la relación directa entre el hecho de sufrir dolor y trastornos que sufren frecuentemente estos pacientes como la alteración de la atención, el sueño o la depresión.

Se sabía que aun cuando una persona sana no hace nada, el cerebro sigue activo, aunque funcionando por defecto en equilibrio. Cuando una parte del cerebro se activa más, otra parte se debe desactivar un poco para mantener ese equilibrio. El conjunto de partes que intervienen en ese equilibrio se denomina 'red de estado de reposo cerebral' y es la que se encarga de mantener el cerebro correctamente balanceado. En los casos de personas con dolor crónico, aunque pueda desarrollarse un umbral cierta tolerancia por el dolor basal en cambio, el cerebro no está nunca en reposo, incluso cuando deciden mantener la mente en blanco, porque tienen el dolor manifestándose, permanentemente por lo que tienen muchas menos zonas apagándose, indicando un desequilibrio global de la red.

Los investigadores observaron que había zonas localizadas en la parte frontal del cerebro que seguían trabajando cuando debían estar descansandoPrecisamente, esas zonas del cerebro están involucradas en el procesamiento de emociones, la toma de decisiones y las propiedades cognitivas más elaboradas. La activación continua de las neuronas que se encuentran en esas áreas podría llevar a la muerte de las neuronas o a que se alteren sus conexiones con otras o a cambios en la estructura de redes neuronales.

Como hemos visto, quien padece dolor crónico se encuentra con un atolladero vital del que le será difícil salir, una maldición de carácter casi mítico como la de aquel Prometeo que tras robar el fuego de los dioses para entregárselo a los humanos, aquellos, siempre picajosos con sus cosas de divinidades, le condenan a ser encadenado a una roca donde todos los días será visitado por un águila que le comerá el hígado. Éste volverá a regenerarse para al día siguiente ser devorado de nuevo por la rapaz y así para siempre, a mayor gloria del dolor perpetuo.